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Joaquín Almunia: Valores, principios y buena política para los tiempos de crisis

Posted By on septiembre 4, 2020 in Nuestros Filósofos | 0 comments

Joaquín Almunia: Valores, principios y buena política para los tiempos de crisis

A Joaquín Almunia le debo mucho más de lo que él se imagina. Corría el año 98 y yo empezaba a estudiar Derecho. Él, por su parte, se presentaba a las primarias para liderar el PSOE y la complejidad dicho proceso me generó tal interés que aumentó mi ya existente interés por la política… Y empecé a estudiar Ciencias políticas. 

Comisario de economía de la UE, Secretario General del PSOE, Ministro de Trabajo, de Administraciones Públicas, Vicepresidente de la Comisión Europea… su currículo es infinito. Pero más infinita es su generosidad al aceptar tan amablemente colaborar con Filosofans, planteando un texto en el que demuestra, una vez más, su sensatez e inteligencia. Gracias Don Joaquín. 

Mia Men

Echando la vista atrás, mi aterrizaje en la política no tuvo sus orígenes ni en la tradición familiar, más bien conservadora, ni en la clase social. Me interesaba la política como forma de satisfacer la necesidad de luchar por la libertad. Al alcanzar mi uso de razón como ciudadano tuve claro que quería disfrutar de una democracia que España no tenía en aquel tiempo -los años sesenta del siglo pasado-. Aspiraba a vivir en una sociedad más justa, y por supuesto a que las bases de esa justicia fuesen lo suficientemente sólidas como para que el bienestar colectivo no fuese flor de un día. Pero la libertad tenía que jugar un papel similar al que el oxígeno desempeña para que pudiésemos respirar sin dificultad. Me identificaba con el que años después sería el eslogan de la primera campaña electora tras el final de la dictadura: “Socialismo es libertad” Podría así resumir mi filosofía política, sin ser por ello un filósofo. Y mi concepción ética de la política, sin querer pasar por un moralista.

Durante décadas he tratado de ser coherente con esa ética y con esa filosofía. Ahora, una vez alejado de la política activa, no puedo sin embargo dejar de reflexionar sobre la manera en que me gustaría que se abordasen las grandes cuestiones que nos suscita la época que estamos viviendo. Aunque en un momento dado de la vida dejas la política, esta no te deja. Sigues la actualidad y no cambias de tema de conversación, unas veces con amigos políticos también retirados, y en otras ocasiones con interlocutores que también viven sin dejar de observar y de analizar los acontecimientos desde una perspectiva política. Análisis que últimamente denota preocupación e inquietud. Y no precisamente porque considere que las libertades estén en peligro, que no lo están aunque se observen en el horizonte algunas amenazas, que creo que sortearemos con éxito.

Cuando aún se perciben en la sociedad las consecuencias de los estragos generados durante la crisis económica de hace unos años, ahora tenemos que hacer frente a la pandemia. Me genera particular inquietud cómo vamos a enfrentar en España y en el conjunto de Europa los grandes desafíos que nos planea la crisis del coronavirus,. ¿Qué hacer para superarla? ¿Cómo hacerlo? ¿Con quién hay que contar para aumentar las posibilidades de éxito? ¿Cómo hacer para que los esfuerzos y los costes de esta crisis tan profunda se repartan de modo equitativo, sin recaer otra vez en los mismos?

Una buena política necesita estar sólidamente anclada en una serie de valores y principios. Y esto es especialmente necesario en momentos tan duros como los que estamos viviendo. El siglo pasado se hablaba mucho de ideologías. Ahora no, salvo por parte de algunos nostálgicos. La mayoría de aquellas experiencias no produjeron resultados satisfactorios; más bien lo contrario. Cada bloque ideológico caía a menudo en la tentación de pisotear algunos valores y principios irrenunciables para el conjunto de la sociedad, y la batalla política degeneraba muchas veces en conflictos abiertos entre ideologías excluyentes, que marginaban, y en ocasiones perseguían, a quienes no formaban parte de la respectiva familia. Como reacción a todo ello, aparecieron tecnócratas que intentaron eliminar las ideas políticas -no sólo las ideologías excluyentes- despreciando, desde su perspectiva, valores y principios tan esenciales como el pluralismo o el control del poder ejecutivo. Los llamados neo-liberales, a su vez, creyeron posible acabar con las viejas ideologías construyendo la suya propia, basada en un rechazo profundo de la acción del Estado y en la exaltación del individuo frente a la sociedad. La profunda crisis financiera que afectó con dureza a la mayoría de los países de 2008 a 2013 puso en cuestión los fundamentos mismos del neoliberalismo, pero antes de que se pudiesen vislumbrar los rasgos de un paradigma alternativo, ha llegado la pandemia. Y ahora corresponde a los líderes y responsables políticos responder, entre otras, a preguntas como las que antes he formulado.

En vez de rescatar viejas ideologías, lo principal es acertar con las preguntas. Y responderlas con sinceridad, sin engañarnos a nosotros mismos y sin olvidar los principios y valores en los que se basa nuestro sistema de libertades. 

¿Qué hay que hacer? Si queremos saberlo, hay que empezar por interrogarnos con seriedad sobre si se podía haber actuado antes. La respuesta debiera ser afirmativa. Había bastantes informes serios que nos advertían del riesgo de “una” pandemia, lo mismo que nos advierten de la necesidad de atajar el cambio climático. Varios países asiáticos o africanos las habían sufrido hace no muchos años, y no había ninguna razón para pensar que a nosotros no nos podría tocar alguna vez. Bill Gates, por ejemplo, nos avisó de lo que podría suceder hace aún poco tiempo. 

¿Estábamos preparados? Como no quisimos escuchar los avisos, los responsables de los sistemas públicos de salud, motivo de orgullo para quienes los disfrutamos y de sana envidia para quienes no pueden beneficiarse de ellos, no habían almacenado equipos de protección, ventiladores u otros medios materiales, los recursos en materia de Unidades de Cuidados Intensivos eran escasos, como también lo eran los recursos humanos. 

¿Cómo se está abordando ahora la respuesta a la pandemia? Con improvisaciones que han ido corrigiéndose, pero en Europa se ha tratado de recuperar con rapidez el tiempo perdido. Con medidas excepcionales como el estado de alarma en España, y con búsqueda de recursos para suplir las carencias que se habían ido acumulando en muchos países afectados por los recortes sufridos durante la anterior crisis. Y, sobre todo, con una coordinación liderada por la Unión Europea que no había sido posible en la década anterior.

¿Qué hay que hacer para superar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia? Muchas cosas, y ningún país podrá hacerlas por separado. En Europa, hay que confiar en el desarrollo de nuestro proceso de integración. En cada país europeo, hay que unir esfuerzos, negociando acuerdos que superen las divergencias entre gobierno y oposición, coordinando a los distintos niveles del Estado autonómico, y dialogando con los interlocutores sociales. Además, no podemos olvidar que más allá de las fronteras de la UE, y de las de otros países avanzados, hay miles de millones de ciudadanos que van a necesitar más que nunca que los organismos multilaterales sean capaces de gobernar un mundo global.

Hasta ahora, la reacción de la opinión pública de las democracias liberales está siendo ejemplar. Los ejemplos de insolidaridad o de rebeldía frente a las decisiones de los líderes políticos y las instituciones representativas son muy minoritarios. Los planes y medidas económicas, al menos en Europa, parecen estar a la altura de las necesidades de todos, y en particular de los países y sectores sociales más débiles. Muchos debates políticos que hasta hace unos pocos meses parecían dominar el espacio público, están dejando paso a propuestas y consideraciones más constructivas, y centradas en los temas que de verdad preocupan a la mayoría. 

Si todo ello se mantiene en el tiempo, superaremos la crisis. No solamente la sanitaria, sino también la crisis económica, sus consecuencias sociales y los riesgos de que las libertades se vean condicionadas o amenazadas, En estos momentos difíciles, es cuando se aprecia mejor la capacidad del sistema democrático para aglutinar lo mejor de la sociedad en apoyo de los objetivos comunes, el valor de la libertad y la obligación de permanecer fieles a los valores y principios en los que se basa nuestro modelo de sociedad. Y para que todo ello nos proteja de la calamidad, y nos aporte seguridad y confianza en el futuro, la política con mayúscula y los buenos políticos son más necesarios que nunca.

Joaquín Almunia (junio 2020)

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