
Me resulta harto complejo describir a Don Guillermo Fesser de manera objetiva, en tanto que siento por él una enorme admiración… y un descomunal agradecimiento.
Y es que los madrugones durante mi juventud fueron notablemente más felices gracias a su compañía (junto a Juan Luis Cano) en el programa radiofónico Gomaespuma.
Su recorrido periodístico es inacabable (ha hecho radio, televisión, cine, es autor de libros…); pero son su faceta solidaria y su envidiable sentido del humor lo que me llevan a pensar que nada me gustaría más en la vida que pasar con él y su familia las navidades (bueno, en mi caso el Hanukah), y si no puede ser pues al menos un rato de este productivo confinamiento. Que lo que Filosofans ha unido no lo separe la desescalada; ni en la fase 3.
Por cierto, acaba de codirigir junto a su hermano Javier «El monstruo invisible», un cortometraje para la ONG Acción contra el hambre y destinada a los centros escolares.
Mia Men
¿Vamos a seguir en el mundo anterior o vamos a avanzar en alguna dirección? El cortometraje “El monstruo invisible”, que trata sobre el hambre, plantea que obviamente no hemos sido capaces de acertar en las soluciones para terminar con dicho problema cuando, en teoría, los grandes pensadores, los listos y los políticos se habían puesto de acuerdo, habían pactado una agenda con las Naciones Unidas y en el SXXI debería haber desaparecido este problema; pero no ha sido así.
Al plantearnos qué hemos aprendido de esto, tal vez deberíamos también preguntarnos si entendemos qué es el hambre, ya que si no lo sabemos difícilmente se podrá combatir. Esta película busca abrir un debate en los colegios, que los alumnos y alumnas que lo vean puedan aportar quizás otras soluciones desde una perspectiva que nosotros no hemos visto y que sin decírselo a nadie tal vez el cortometraje plantea: como que quizás lo contrario de la pobreza no sea la riqueza sino la justicia social; esto significa que cuando te llevas algo del plano de la caridad al plano de la justicia, cambia completamente la manera de actuar. No es lo mismo decir “ay, tiene hambre, pobrecito, vamos a darle una paella” (caridad) que “esa gente pasa hambre, vamos a darles acceso al agua corriente para que puedan tener una ducha, para que cuando vayan a pedir trabajo puedan ir limpios y peinados a raya y no les echen por pordioseros”. A lo mejor el hambre se combate consiguiendo que, por ejemplo, los niños del vertedero de la película tengan acceso a la educación y se puedan resolver sus problemas; o consiguiendo que esa gente tenga un salario digno para que puedan llevar comida a casa.
Se trata de cambiar el plano de las cosas. Nosotros hemos estado, sobre todo en las últimas décadas, centradísimos en que el crecimiento tiene que ser continuo y en que el objetivo de la vida y los héroes son aquellos que triunfan económicamente. Ser rico ya era suficiente para ser un tipo respetado: “fíjate este que ha conseguido ser el de Google, ha logrado ser el de Facebook, o ha conseguido ser el de Amazon”, sin mirar el aspecto ético. Porque si analizas el tema ético del personaje que ha hecho Facebook, yo personalmente me pongo a vomitar delante de la mesa ¿A costa de qué? Pues siguiendo una teoría totalmente perniciosa y falsa de que el crecimiento exponencial es el objetivo. No basta con que tú abras una zapatería, que te vaya bien y luego tengas una en Soria y una en Málaga (y con eso tienes varios empleados, tus hijos tienen trabajo y dejas algo para la posteridad). No basta porque cada año tienes que abrir una zapatería más o si no eres un fracasado. O la vuelta de rizo, en que ni siquiera te interesa abrir una zapatería, no quieres tener empleados, lo que quieres es tener una zapatería, dar un pelotazo en tres años, vendérsela a otro y salir corriendo.
La economía de las cosas que no perduran ha hecho que sea la sociedad de los valores que no perduran. Si eso al final nos diera satisfacciones a todos se podría discutir, pero la cuestión es que ha creado una burbuja de infelicidad muy grande en todos los niveles. Se supone que en las historias de “El señor de los anillos” el tío del castillo disfrutaba muchísimo teniendo de todo mientras los pobres se morían. Pero es que ahora miras a los señores o a las señoras de los castillos y no parece que disfruten. Hemos creado una sociedad en la que todo el mundo tiene un nivel de ansiedad tal que no le compensa a nadie.
Cuando se habla de la posibilidad de volver a la normalidad (o nueva normalidad) hay que plantearse qué era la normalidad; porque uno mira el periódico del día anterior a que se produzca el cierre y las noticias no son como para decir “hay que volver allí urgentemente”. Ya habíamos creado un mundo que básicamente era muy injusto.
En lo referente a las democracias y a los avances sociales, el objetivo era que la gente tuviera acceso a los servicios. En eso se basa la democracia y el vivir en libertad o el acudir a un país próspero. Yo voy aquí porque mis hijos pueden ir al colegio, yo voy a conseguir un trabajo, puedo tener transporte público, si me enfermo voy a tener una sanidad que me proteja… Pero ahora mismo, en nombre de esa libertad la idea es “yo vengo aquí porque con un poco de suerte doy un pelotazo y me enriquezco, independientemente de que el vecino tenga servicios públicos, acceso a la sanidad o al colegio”.
Esas desigualdades tan terribles que estábamos creando son las que ahora debemos plantearnos. ¿Podemos hacer algo para que cambie esto? Puesto que no teníamos una sociedad tan perfecta como nos estamos imaginando. Tal vez a muchos en su situación personal les iba bien. Pero ahora esta pandemia quizás nos haya hecho pensar que si incluso con todo lo que está cayendo a nosotros nos va bien, tal vez sea el momento de empezar a actuar, de empezar a votar o de empezar a pensar en hacer cosas para que les vaya bien también a los demás; porque vivimos en sociedad. Y es que para crear una sociedad como algunas urbanizaciones existentes hoy día, con guardas jurados alrededor (como las que hay en Venezuela o en Estados Unidos), ¿a quién le apetece vivir en una burbuja de oro si cuando sale el niño de paseo le pueden secuestrar?
Pero más allá de las quejas, una de las reflexiones del encierro es precisamente que mucha gente se ha dado cuenta de que no está sola. Muchos pensaban que su manera de ver el mundo era utópica (yo pienso que se puede contaminar menor, o repartir las cosas mejor, renunciar a ciertas cosas para que a otros no les falte…) Pero nos veíamos muchos en soledad, pensábamos que era una utopía, que iban a venir los mismos de siempre a hacer lo que quisieran. Total ¿para qué? Pero durante este encierro en que los protagonistas no han sido los de siempre sino las personas normales de la calle, los que hemos llamado héroes sin capa, muchos se han dado cuenta de que no están solos. Los partidos, en la vida como en el futbol, no todos se juegan en Primera División; hay mucha gente jugando ahora mismo en Tercera Regional. Pero desde la Tercera Regional sabemos que no estamos solos, estamos enfocados en conseguir un modo de vida más justo; algún día podemos subir a Segunda, de aquí a Primera y luego estar en Champions League. ¿Va a ser mañana por la mañana cuando abran las puertas y salgamos a la calle? Pues seguramente no; pero sí se ha creado un movimiento que yo considero imparable.
Guillermo Fesser
Me gusta mucho la idea de creernos que podemos hacer mucho más cada uno de nosotros.
Parece que nos vendan que la acción de un solo individuo no vale para nada pero de lo que se trata es de sumar y de creer que otra realidad es posible y que tenemos que hacerla juntos.
Gracias por tus palabras.