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Emilio Ontiveros: la misión de la economía es procurar que la gente viva mejor

Posted By on octubre 6, 2019 in Nuestros Filósofos | 2 comments

Emilio Ontiveros: la misión de la economía es procurar que la gente viva mejor

Podría asegurar sin ambages que, de haber tenido a Don Emilio Ontiveros como profesor, a día de hoy sería, posiblemente, economista. Y es que la pasión, inteligencia y sentido común que transmite hacen que leerle (o escucharle) sea un placer. Catedrático Emérito de Economía de la Empresa de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Afi (Analistas Financieros Internacionales), su curriculum es infinito. Así que apuntaré lo que a mi juicio es lo más importante más allá de todos sus cargos, libros y distinciones: Emilio es la bondad por excelencia.

Mia Men

En la actualidad un tema prioritario pareciera ser la dinámica de globalización y cómo nos hemos complicado la vida, por la desigualdad generada, por el impacto de la automatización o de la digitalización en el trabajo… Pero por otra parte, lo más inmediato es que el principal gestor de la estabilidad mundial, que se suponía que era EEUU, está dificultando la vida a todo el mundo, abriendo algo que no conocíamos desde la Gran Depresión, como es una guerra comercial, una guerra tecnológica, una pugna por ver quién controla la Inteligencia Artificial o el aprendizaje de las máquinas (no solo para usos económicos o sociales si no también para usos militares); se hace necesario analizar de qué manera esas guerras o perturbaciones nos van a complicar el futuro. 

Y es que en un mundo que estaba acostumbrado a comerciar, el hecho de que haya un presidente en los Estados Unidos de América que condiciona esa libre movilidad de los bienes, de los servicios, de las personas, de la tecnología, de los datos, puede complicarnos la vida tal como ya lo está haciendo; se va a crecer menos este año, y el próximo será un año de gran incertidumbre en la economía mundial. Las actuaciones de unos cuantos líderes son una clara ilustración de cómo pueden afectar de forma tan directa al bienestar de la mayoría.

El concepto de globalización es objetivamente bueno, en tanto que se entiende como la posibilidad de que los países interactúen, no solamente a través de vínculos comerciales, sino también tecnológicos, culturales, que permitan la movilidad de las personas… Si no hubiera sido por la “globalización”, los flujos migratorios que llegaron en el SXIX a EEUU no se habrían dado; asimismo en lo que respecta a la prosperidad de algunas economías, ya que lo que hace algunos años eran economías pequeñas o subdesarrolladas, han podido transitar a un mayor desarrollo gracias a la globalización. Por ende, tengo claro que la globalización es objetivamente buena, pero, como todo, debe tener un grado de subordinación al bienestar de la mayoría. La globalización a ultranza es una suerte de papanatismo intelectual y económico que genera excesos, disfuncionalidades en el propio sistema económico.

El libre comercio es bueno entre las naciones, en la medida en que no solo transmite bienes o servicios, sino también otros elementos como cultura, por ejemplo. Pero hay que ser conscientes de que las prioridades no pueden ser exclusivamente las de las grandes empresas multinacionales, y que los gobiernos, es decir, la política es el mecanismo de compensación necesario de dichos excesos a los que una globalización descontrolada puede conducir. Por tanto, no cabe reaccionar de forma unilateral frente a excesos de la globalización sobre el empleo o sobre la desigualdad manifiesta en la distribución de la renta. Este tipo de actuaciones unilaterales son las que ha llevado a cabo Donald Trump tras su llegada a la presidencia de los EEUU, elevando aranceles, abriendo frentes de guerras comerciales o tecnológicas con diversos países.

Si queremos globalización necesitamos gobernación global y esa es la pareja de baile fundamental.  El libre comercio, los libres intercambios de ideas, de mercancías, de cultura, de tecnología, de información, de datos, están bien, pero es muy necesario que haya una regulación de ese tráfico para que, efectivamente, no haya excesos en la subordinación, por ejemplo, de los derechos individuales a dicha globalización; para que no haya explotación infantil en países menos desarrollados; para que haya una fiscalidad que permita que los más excluidos puedan encontrar mecanismos de compensación. Gracias a la globalización tecnológica estamos “disfrutando” de una digitalización con efectos claramente favorables en nuestras vidas, en los avances de la medicina, en la transmisión de conocimiento (la base de cualquier proyecto de prosperidad); pero al mismo tiempo estamos viendo contrapartidas, excesos en esa digitalización descontrolada. Vemos una concentración empresarial cada vez mayor en media docena de empresas, las cuales llevan camino de gobernar digitalmente el mundo. Asimismo, se percibe una exclusión de trabajadores como consecuencia de la irrupción a gran escala de procesos de automatización y robotización que pueden dejar sin trabajo y renta a cantidades importantes de población. 

Frente a todo ello es necesario el gobierno, las políticas. Lo que ocurre es que la extensión de la globalización ha sido tal que nos obliga a asumir la necesaria cesión de soberanía también en la gobernación. Es una estupidez creer que a través de gobiernos nacionales se puede hacer frente a una dinámica de globalización, de digitalización creciente. La cooperación internacional se tiene que asentar en el multilateralismo. Hoy más que nunca se hace necesario que los países se entiendan y frente al nacionalismo económico debe buscarse el multilateralismo económico. En caso contrario no participaremos en esa dimensión positiva de la globalización. La ruptura de ese entendimiento entre globalización y gobernación global es una de las principales razones, a mi entender, que explican que el crecimiento económico se esté desacelerando, estableciéndose condiciones para vivir peor.  

En última instancia, la misión de la economía no es otra que procurar que la gente viva mejor, eliminando las posibilidades de infelicidad a través de la gestión de los recursos materiales. No se puede subordinar la economía a decisiones políticas que antes o después tienen un impacto negativo en la vida de la gente. Ahora mismo, si no se sigue reduciendo el paro, si los salarios no crecen como consecuencia de esas perturbaciones globales, tenemos un caso práctico muy ilustrativo del vínculo entre una mala gestión económica global y el menor bienestar de la mayoría. 

Emilio Ontiveros

2 Comments

  1. eugeni aviñó 11 noviembre, 2019

    Moltes gràcies per aquesta informació, m’h servit per el treball molt millor.

    Moltes gràcies.

  2. Ana 3 diciembre, 2019

    Sin duda Emilio Ontiveros nos aporta una valiosa tesis sobre el contexto político, económico y social del entorno globalizado (o medio globalizado) donde nos hallamos y sobre sus retos irrenunciables actuales, si lo que deseamos es la superación digna de este estadio. Sin embargo, y desde la visión de educadora, me siento obligada a pedir más, más respuestas, más luz y mayores idealismos a expertos, analistas, tertulianos y, sobre todo, a los líderes mundiales.
    Un antiguo alumno a quien impartí en su día las asignaturas de Ética-cultura religiosa y Educación Física, al vernos después de varios años de haber completado sus estudios universitarios y tras la experiencia de unos primeros empleos en Colombia y la India, me dijo aparentemente resignado: desengáñate, hay tres negocios que lo mueven absolutamente todo en el mundo: el sexo, las drogas y las armas.
    Desde nuestra visión solo alcanzamos a ver las sombras de objetos que representan figuras y animales… ¿Os suena, verdad? … permanecemos con los cuellos fijados y no podemos girar nuestras cabezas. Desde la posición del ciudadano que busca ser crítico, y del educador que acompaña en el desarrollo de la capacidad crítica de los estudiantes, nos preguntamos si en los discursos, análisis y debates las referencias infinitas al crecimiento, expansión, digitalización, que suelen esgrimirse para justificar políticas y decisiones económicas podrían ser sustituidas por argumentos relacionados con la supresión de las enfermedades para las que se dispone de medios o con la eliminación del hambre y las guerras.

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